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Es en este escenario que salió a flote la solidaridad y el compromiso social de las organizaciones sociales, de la comunidad eclesiástica y del trabajo de los docentes. Desde los centros comunitarios, clubes de barrio, iglesias o escuelas, han sido (y lo siguen siendo) la primera línea de contención; promoviendo las medidas de seguridad y garantizando el acceso a la alimentación de cientos de miles de personas. Frente a la crisis sanitaria, desde la organización comunitaria y barrial se ha organizado y acompañado acciones de prevención de la salud, como campañas de difusión y abordajes territoriales de detección de Covid-19. Los referentes comunitarios han demostrado ser tan esenciales, en este contexto de crisis provocado por la pandemia, como lo son, por ejemplo, los trabajadores de la salud.
Por todo lo expuesto, resulta de vital importancia reivindicar cuán esencial han sido la militancia social y las organizaciones de base. Sin el trabajo solidario de miles de personas a lo largo y ancho del país, todo hubiera estallado hace tiempo. Han estado visibilizando lo que a diario sostienen en sus merenderos, comedores e instituciones en la calle. Con el compromiso social colectivo que los mueve y conmueve porque entienden que desde las individuales no se resuelven las problemáticas que atraviesan los vecinos. Por ello entiendo imprescindible que el Estado y la sociedad en su conjunto reconozcan a los referentes comunitarios, barriales, sociales y políticos que durante el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio han sido esenciales.
Por suerte para nuestro país, existe desde hace tiempo un tejido social que involucra a diferentes actores que llevan meses trabajando para cuidar a vecinos y familiares en sus barrios. Hoy, más que nunca, estamos ante la obligación de hacer visibles a quienes la desigualdad ocultó, dándoles más oportunidades y reconocimiento en sus roles activos de cuidado y transformación. La pandemia ha dado muchas lecciones a la humanidad en su conjunto y en particular a la Argentina. La más valiosa de esas lecciones es la necesidad urgente de saldar todas las deudas que la democracia tiene con esos cuatro millones de argentinos que viven en los barrios populares y aún esperan una respuesta.
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