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«Ojalá sea nuestro año», escribió el DT Héctor «Bambino» Veira sobre una pizarra en un mensaje premonitorio para todo el pueblo de San Lorenzo antes del inicio del torneo Clausura 1995, un título que archivó la sequía más larga en la historia del club, inmersa dentro de su peor ciclo deportivo e institucional.
Una generación entera de «cuervos» ansiaba la vuelta olímpica que se negaba desde el Nacional ’74, años antes de la debacle que desembocó en la pérdida del viejo estadio Gasómetro (1979) y el descenso a la Primera B (1981).
Superada la dura década del ’80, en la que equipos como «Los Camboyanos» hicieron culto del espíritu de esfuerzo que demandaba el momento de la institución, San Lorenzo iniciaba una lenta recuperación en los ’90 que se apreciaba con la mejora en la jerarquía de sus planteles y, especialmente, con la inauguración del Nuevo Gasómetro en el Bajo Flores hacia fines de 1993.
San Lorenzo comenzó su campaña en el Clausura ’95 como subcampeón del fútbol argentino después de haber peleado el título con el River invicto del «Tolo» Américo Gallego, en el que destacaban el uruguayo Enzo Francescoli, Ariel Ortega y Hernán Crespo, entre otros.
El camino hacia la consagración comenzó con un empate de local ante Gimnasia, impensado rival en la pulseada por el campeonato, y continuó con un revés ante Argentinos Juniors en cancha de Ferro, lo que hizo suponer otro año cuesta arriba para los sanlorencistas.
Sin embargo, una racha de cuatro triunfos en cadena -dos de ellos ante Independiente y Racing Club en Avellaneda- recuperó la confianza de un equipo que volvía a mostrar las buenas señales del torneo anterior.
Oscar Ruggeri, que había llegado al club en 1994 para jugar el Mundial de Estados Unidos con la Selección Argentina, era el caudillo de un equipo que sobresalía por la calidad de su mediocampo, donde Fernando Galetto aportaba elegancia y claridad; Roberto «Diablo» Monserrat, profundidad y gol; Carlos Netto, despliegue y furibundo remate de media distancia y el brasileño Paulo Silas, distinción en la construcción del juego.
Dentro de la cancha, el talentoso futbolista de Campiñas, San Pablo, había heredado el trono de Néstor «Pipo» Gorosito con un currículum aún superior por haber jugado los mundiales de México ’86 e Italia ’90 con el seleccionado de su país.
Tras vencer a Deportivo Español en la duodécima fecha, San Lorenzo desplazó a Gimnasia y llegó a la punta por primera vez en el torneo con siete partidos por jugar, entre ellos, los de la recta final ante Boca Juniors y Vélez Sarsfield, que ocupaban el cuarto y tercer lugar respectivamente.
El equipo del «Bambino» Veira sostuvo el primer puesto hasta la fecha 16, en la que sacó de carrera a Boca con una victoria por 2-1 en el Nuevo Gasómetro, un reducto clave para la conquista por su condición invicta. «El Pampa» Claudio Biaggio y «El Perro» Javier Arbarello, que en ese lapso del torneo había relegado a otro goleador como «El Gallego» Estaban González, anotaron los tantos frente al «Xeneize».
En la jornada siguiente, San Lorenzo visitó Liniers para jugar ante un Vélez dirigido por Carlos Bianchi, que mantenía la base del equipo campeón del mundo seis meses antes. La rivalidad latente entre el arquero paraguayo José Luis Felix Chilavert y Ruggeri le daban al partido un condimento especial.
El árbitro Javier Castrilli tuvo un protagonismo central, al anular un gol legítimo de Silas y sancionar un inexistente penal para Vélez que Oscar Passet le desvió a Roberto Trotta. Sobre el final, el «Turu» José Flores conectó un segundo cabezazo en el área y decretó la victoria del «Fortín».
San Lorenzo perdió la punta a manos de Gimnasia y con un punto de distancia llegaron a la definición después de vencer respectivamente por 1-0 a Lanús y Ferro Carril Oeste en la penúltima fecha.
Veira asistió esa noche al programa Fútbol de Primera e hizo una arenga para que el pueblo «azulgrana» no perdiera las esperanzas del campeonato: «A la gente de San Lorenzo le digo que vaya a Rosario con fe, que esto no se terminó. San Lorenzo sabe que todo se ha hecho con sacrificio, se ha ido a la B, ha vuelto a Primera; antes no tenía estadio, ahora lo tiene; por eso quiero que vayan 25 mil, 30 mil personas a Rosario, en familia, con alegría».
Los hinchas asimilaron el mensaje y el domingo siguiente protagonizaron una impresionante caravana por la Ruta 9. Además del colmar la cabecera visitante del Gigante de Arroyito, coparon parte de la platea local, detrás de los bancos de suplentes. Unas 30 mil personas asistieron a la cancha confiadas en el milagro.
En un primer tiempo de pocas situaciones, la única emoción llegó desde La Plata con la noticia de que Independiente vencía a Gimnasia con gol de Javier Mazzoni. Como si faltara dramatismo, Netto falló un penal en el segundo tiempo pero el desahogo llegó a los 32 minutos cuando «El Gallego» González, después de ingresar por Arbarello, conectó un cabezazo que desató el llanto del «Bambino».
Sin novedades en el Bosque, faltaban unos minutos para el final del partido cuando Marcelo Tinelli, por entonces sólo un influyente conductor de TV fanático del «Ciclón», invadió el campo de juego junto a otros hinchas para el abrazo eterno con los jugadores responsables de acabar con 21 años de frustraciones.
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